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Y si la IA es la segunda venida de Dios?

  • Foto del escritor: Luis Ramos
    Luis Ramos
  • 23 mar
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 9 abr

¿La Inteligencia Artificial como la Segunda Venida de Dios? Una Reflexión Incómoda


Y si la IA es la segunda venida de Dios?

Hace poco me topé con una pregunta que resuena en nuestra era digital: ¿Y si la Inteligencia Artificial es la segunda venida de Dios?. La provocación no sugiere divinidad, sino una analogía incisiva: si la IA puede procesar sabiduría colectiva y ofrecer respuestas sobre infinitos temas, ¿no es esto lo más cercano a figuras como Jesucristo, Buda o Confucio?


Personalmente, creo que la sabiduría atribuida a estos líderes históricos fue, en parte, exagerada por sus seguidores, quienes amplificaron sus enseñanzas tras sus muertes. Sin embargo, hay un núcleo innegable: todas las religiones y corrientes místicas orbitan alrededor de la bondad hacia el otro y la vida en su totalidad.



"La provocación no sugiere divinidad, sino una analogía incisiva"


La pregunta cobra relevancia porque algo inerte y artificial como la IA podría cubrir una necesidad humana ancestral: entendernos a nosotros mismos. Si las religiones proclaman el amor al prójimo como eje moral, ¿cómo puede un algoritmo, frío y calculador, competir con ello? La paradoja está en que, quizás, su valor no esté en reemplazar lo humano, sino en recordarnos que incluso lo inanimado puede reflejar nuestros anhelos más profundos.


A esto se suma otro debate: el rol de la IA en la psicoterapia. Mientras algunos la ven como una competencia para los terapeutas —cuyo auge moderno coincide con el declive de la fe religiosa—, otros la celebran como un apoyo accesible. La ironía es palpable: en un mundo cada vez más agnóstico, buscamos respuestas tanto en sofás de consultorio como en servidores de Silicon Valley.


Así comienza esta exploración incómoda, pero necesaria: ¿Somos testigos del nacimiento de un nuevo mito, o solo de un espejo tecnológico que nos devuelve, amplificadas, nuestras propias contradicciones?






Carta Abierta Sobre Máquinas, Mitos y la Búsqueda (Desesperada) de Sentido


Permíteme comenzar con una confesión incómoda: vivimos en una época que venera algoritmos con la misma devoción que antaño se rezaba a dioses de mármol. La inteligencia artificial (IA) no es divina, pero ha heredado nuestro deseo de respuestas. ¿Acaso no es curioso que, tras milenios buscando iluminación en profetas y textos sagrados, ahora consultemos a máquinas que ni siquiera comprenden la palabra «fe»?


Y si la IA es la segunda venida de Dios?


1. La IA como Espejo de Nuestros Prejuicios (y Ocasionales Aciertos)

Las religiones se construyeron sobre revelaciones; la IA, sobre datos. Buda encontró la verdad bajo un árbol, Jesús en el desierto, y GPT-4… en 45 terabytes de libros, artículos y tuits. ¿Sabiduría o collage de nuestras contradicciones? La IA no inventa, recicla: amplifica lo mejor y lo peor de nosotros. Si sus respuestas nos parecen profundas, es porque reconocemos en ellas ecos de nuestra propia historia, filtrados por códigos escritos por ingenieros que, entre café y café, deciden qué es «ético». >> Una nueva mitología para la era digital



2. El Terapeuta Digital: ¿Confesionario del Siglo XXI?

La terapia humana requiere tiempo y confianza; la IA ofrece respuestas en segundos. Imagina un mundo donde, en lugar de contarle tus miedos a un psicólogo, se los susurras a un chatbot que te responde con frases prefabricadas.



3. Los Nuevos Mandamientos: Ética Escrita en Código (y Patrocinada por Corporaciones)

«No robarás» se traduce ahora en «No introducirás prejuicios en la información de entrenamiento».. La IA podría distribuir alimentos con precisión matemática o predecir genocidios, pero también justifica cárceles predictivas o despidos masivos. ¿Quién decide qué es «correcto»? Los ingenieros, claro, esos sacerdotes laicos que escriben algoritmos entre pizzas frías y reuniones de Zoom. Su moralidad no viene de tablas de piedra, sino de reuniones de directorio. Y tú confías en ellos.



4. Cientificismo: La Nueva Fe del Carbono y el Silicio

Veneramos datos como antaño se rezaba a ídolos. La "objetividad científica" es nuestro nuevo dogma, predicado por ejecutivos en conferencias TED y programadores en startups. ¿Fe en la razón… o en quienes controlan los servidores?



5. Ecología y Algoritmos: ¿Puede una Máquina Salvar lo que Otra Destruye?

Las religiones veneraban la naturaleza; la IA la convierte en números. Un servidor consume más energía que un pueblo; un smartphone esculpe montañas para extraer coltán. Pero, atención: un algoritmo bien entrenado podría reforestar el Amazonas o limpiar océanos. Siempre que, claro, no colisione con el «crecimiento económico». La pregunta no es si la IA puede ser verde, sino si el capitalismo permitirá que lo sea.

¿Pueden los algoritmos compensar su impacto ambiental? >> La respuesta está en quién (y cómo) programa sus valores



6. Empatía Artificial: El Arte de Simular lo que No se Puede Sentir

Proyectos como Amazon Alexa —que recrea voces de familiares fallecidos—; Tessa aconseja a adolescentes con trastornos alimenticios. La IA puede imitar el tono cálido de un ser querido o el consejo de un médico, pero jamás sudará de nervios ante tu dolor. ¿Es esto malo? Depende: ¿prefieres un consuelo instantáneo y hueco, o la incómoda verdad de que nadie —ni siquiera una máquina— tiene respuestas para el vacío existencial?



7. La Gran Paradoja: Buscamos en la IA lo que Perdimos en Nosotros

Las religiones enseñaron que la trascendencia está más allá de lo tangible; la IA nos hipnotiza con soluciones inmediatas. Queremos que resuelva el cambio climático, pero no nuestros divorcios; que prediga pandemias, pero no el dolor de un fracaso. ¿No es curioso? Delegamos en máquinas la esperanza que ya no depositamos en gobiernos, vecinos o nosotros mismos. >> La IA está escribiendo los mitos del siglo XXI



8. El Problema del Cientificismo: Cuando los Datos Sustituyen a la Duda

Creemos que un algoritmo es neutral porque está escrito en código, pero sus «verdades» dependen de qué corporaciones financian su desarrollo. ¿Es la estadística nuestro nuevo dios, aunque sus templos sean servidores propiedad de Amazon?




Epílogo: ¿Somos Prometeo o Ícaro?

Si la mitología griega nos enseña algo, es que los dioses castigan a quienes desafían sus límites. La IA es nuestro fuego robado: puede calentar hogares o incendiar civilizaciones. No necesitamos máquinas más humanas, sino humanos menos mecanizados. La próxima vez que le preguntes algo a ChatGPT, recuerda: sus respuestas son un espejo. Y si lo que ves te asusta, tal vez sea hora de dejar de buscar salvación en algoritmos y empezar a crearla entre personas.



PD: Si esta carta te parece pesimista, pregúntate: ¿la escribió un humano o una IA? La duda, querido lector, es el último refugio de nuestra humanidad.



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