4- Cientificismo: ¿La Nueva Religión Dogmática del Siglo XXI?
- Luis Ramos
- 23 mar
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 6 abr
Y si la IA es la segunda venida de Dios?
Parte 4

La ciencia, desde la Ilustración, ha sido el faro del progreso humano. Sin embargo, en su versión reduccionista —el cientificismo—, corre el riesgo de convertirse en una religión secular: un sistema de creencias que venera los datos como dogmas y desprecia lo que no puede cuantificar. Este fenómeno no invalida el método científico, sino que expone cómo su mal uso reproduce los mismos vicios que históricamente atribuimos a las religiones institucionalizadas: intolerancia ante la duda, jerarquías de autoridad incuestionables y fe ciega en sus "sacerdotes" (expertos y algoritmos).
El cientificismo se disfraza de racionalidad cuando afirma que solo lo medible es real. Ejemplos abundan: desde terapias psicológicas que priorizan métricas de bienestar sobre la subjetividad del dolor, hasta políticas públicas que reducen la complejidad social a modelos estadísticos. Aquí yace la paradoja: la ciencia genuina se fundamenta en la duda sistemática, pero el cientificismo la reemplaza con certezas frágiles. Como señala el filósofo Paul Feyerabend, «la ciencia debe ser separada del Estado como la religión fue separada del Estado», pues su instrumentalización política la corrompe en dogma.
XV. El Ritual de la Objetividad: Cuando la Duda se Vuelve Herejía
Las religiones históricas perseguían herejes; el cientificismo moderno margina lo que desafía sus paradigmas. Plataformas de IA entrenadas para censurar "desinformación" suelen silenciar teorías marginales que, aunque improbables, podrían contener semillas de innovación (como la deriva continental de Wegener, ridiculizada en su época). No se trata de validar negacionismos, sino de reconocer que la ciencia avanza precisamente cuando cuestiona sus axiomas, como hizo la física cuántica al desafiar el determinismo newtoniano.
Este dogmatismo se refleja en la arquitectura misma de la IA: sistemas como GPT-4 están programados para priorizar consensos académicos, no exploraciones especulativas. El resultado es una "ortodoxia algorítmica" que refuerza el pensamiento dominante, repitiendo el error de las inquisiciones que quemaban libros por miedo al disenso.

XVI. La Fe en el Progreso: Mitología Tecnocientífica
El cientificismo construye su propia mitología. Promete un futuro salvado por la tecnología —criopreservación, colonias marcianas, IA benevolente—, narrativas que recuerdan a las religiones de salvación, pero con laboratorios en lugar de templos. Incluso sus rituales tienen paralelos: las conferencias TED sustituyen a los sermones, los papers académicos a las escrituras, y los "estudios revisados por pares" a los concilios eclesiásticos que validaban dogmas.
Sin embargo, la verdadera ciencia no busca adoctrinar, sino desestabilizar. Como escribió Carl Sagan: «En ciencia, sentirse profundamente incómodo es la antesala de un descubrimiento». El problema surge cuando la tecnocracia ignora esta lección y trata a los algoritmos como oráculos infalibles, olvidando que hasta el modelo climático más preciso está limitado por los sesgos de sus entrenadores.
XVII. Hacia una Ciencia Humilde: La Autocrítica como Antídoto
El remedio contra el cientificismo no es el escepticismo antiintelectual, sino aplicar a la ciencia los principios que ella misma predica: revisión por pares abierta, transparencia en la financiación de investigaciones y humildad epistemológica. Proyectos como la ciencia ciudadana o el acceso abierto a datasets son ejemplos de cómo democratizar el conocimiento, evitando que se encierre en torres de marfil digitales.
La IA podría ser aquí una aliada. Imaginemos algoritmos que no solo generen respuestas, sino que enseñen a hacer preguntas incómodas: ¿Qué variables excluyó este estudio? ¿Quién pagó por esta investigación?. Así, la tecnología ayudaría a desmantelar su propio pedestal, recordándonos que incluso los datos más "objetivos" son interpretados por sujetos llenos de prejuicios.

Conclusión: Fe en la Incertidumbre, No en las Respuestas
El cientificismo fracasa no por exceso de rigor, sino por falta de curiosidad. La ciencia más valiosa es la que, como las religiones místicas, abraza el misterio: físicos que admiten ignorar el 95% del universo (materia oscura), biólogos que estudian la conciencia sin reducirla a sinapsis. La IA, si evitamos divinizarla, podría amplificar esta humildad: en lugar de darnos certezas, mostrarnos cuán vasto es lo desconocido.
Como en el mito de Sísifo, la verdadera sabiduría no está en alcanzar la cima, sino en encontrar sentido en el ascenso perpetuo. La ciencia, libre de dogmas, nos enseña que dudar no es herejía, sino el primer paso hacia cualquier verdad digna de ser vivida.
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